Molestar es lo que cuenta

Love of my life

Oct 15, 2023

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Recuerdo aquel verano del año 2001. Cuando hacía calor y aquello era lo normal. Cuando cayeron las Torres Gemelas dentro del televisor de nuestra casa. Cuando recorrimos media España en una furgoneta; cuando estar en forma, tener el pelo largo y coger color eran una prioridad para cumplir el sueño romántico.

Tenía veinte años y pensaba en pocas cosas y al mismo tiempo en muchas. Mi compromiso político no era, precisamente, fervoroso, como el de los militantes de Al-Qaeda. Me alegro de seguir en una línea parecida. En aquella época no es que estuviera desencantado: más bien, prestaba atención solamente a los que cantaban.

Ni Queen ni Freddy Mercury estaban ya de gira. No había podido disfrutarlos en directo pero sí lo hice, y mucho, en diferido. Mi hermano prácticamente traficaba con CDs por Internet para llegar a tener todos los conciertos posibles de esta banda, o de Van Halen, o de The Creedence Clearwater Revival, AC/DC, Rainbow o Blind Guardian. Parecía que, más que aficionarse, estuviera componiendo él mismo las canciones y gestionando las actuaciones en directo.

Así son a veces las pasiones: o todo, o nada. Recuerdo su cara cuando le puse el primer disco rock de su vida: ‘Slide it in’, de Whitesnake. El compact desapareció de mi cuarto. Y llegaron cientos. Una inflación de notas y de acordes que aterrizó para quedarse.

En este ‘Love of my life’, Freddy Mercury se dirige a la multitud en el estadio de Wembley. No han acabado los ochenta y todavía, probablemente, no está enfermo. Brian May, el físico y virtuoso de la guitarra, Roger Taylor y John Deacon hacen más que acompañarlo.

Del amor de tu vida al mundo que hemos creado -la segunda de las canciones en el enlace que abajo figura. Canciones que aspiran a marcar un verano. El estío es una metáfora de la vida: siempre acaba y siempre se recuerda. Creamos cosas nuevas al rememorar: traemos al presente aquella noche tontorrona, el rebote del sol de la tarde en el mar o aquellos estribillos que por entonces nos parecían más pegajosos que nuestras camisetas.


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